Contra la censura

Burlando el cerco informativo en Sonora

Dormir como bebito

El Zancudo

(No mata, pero hace roncha)

El Zancudo

El Zancudo

 Arturo Soto Munguía

Y luego aparecieron otra vez los ángeles, como les llaman.

Los Niños de Hermosillo. Los que en lugar de ser paridos, parieron a sus padres y madres y parieron también a todos los que primero marchan y luego se aprietan en la plaza.

Los que se abrazan, los que se miran, los que se hermanan al tocar hombro con hombro.

Los que aguantan a pie firme el sentimiento porque saben que son muchos y que no están solos.

Apareció por ejemplo María Magdalena en la garganta de Abraham Fraijo. Le siguió un redoble de tambores. Y se estremeció la plaza con un grito: “¡No debió morir!”.

Le siguió Andrea y el redoble y el grito que estremece: “¡No debió morir!”.

Apareció Emilia, su hija, y la voz se hizo añicos, y la gente lo sostuvo entre sus brazos con un grito: “¡No debió morir!”

Apareció Héctor, Ximena, Jonatan, Luis, Juanito, Bryan, Nayeli, María, Jesús, Joselin…

Y cada vez que aparecía uno de ellos, aparecía un redoble de tambores y un grito que decía “¡No están solos!”.

II

El silencio está otra vez en el sur de Hermosillo, y avanza al centro con su estruendo de pasos silenciosos.

La vanguardia de niños en carreola suma filas mientras avanza. 10, 20, 30… muchos niños van a la vanguardia, otra vez, como lo han hecho seis veces desde que comenzó todo esto.

El silencio avanza, doloroso. Huele a incienso en la partida.

El silencio marcha y se refresca con el agua helada que Ana María Millán reparte a discreción desde una hielera repleta. No es nada: ni doliente, ni pariente, ni nada, dice.

Nomás la voluntad de dar de beber al sediento, a los miles que caminan retando el verano hermosillense.

En la ciudad, la solidaridad ha tomado las banquetas y flanquea la marcha.

Muchos para sumarse, otros para rezar una oración a su paso; otros, como María, para dar su amor embotellado y fresco, a los que en silencio doloroso van marchando.

La marcha sale puntual, otra vez, desde las instalaciones aberrantes de la guardería ABC.

En algunos postes hay grandes moños negros.

Más arriba de ellos, aparece inopinadamente el rostro de alguien que busca convencer de su autenticidad con una sonrisa falsa, un rostro feliz, un cutis rozagante gracias al bendito ‘Photoshop’, que elimina todas las imperfecciones y proyecta todas las virtudes.

Un mundo perfecto sonríe a la marcha desde algunos postes, más arriba de los moños negros.

El silencio va acumulando rabia. El silencio de la marcha cada vez es más difícil de contener.

La línea sonora de la marcha deja caer esporádicamente sus redobles y marca el ritmo de los pasos, que caminan y se multiplican.

Su silencio se escucha ahora en Hermosillo. Se escucha en el aplauso que comienza de repente. Como murmullo, despacito, tímido. Y va creciendo a lo largo de la marcha que cada vez se resiste más a ser silencio.

Los aplausos son las ganas contenidas de decir ¡Presente! Y ¡Aquí vamos!

Por eso en el Bulevar Vildósola, el silencio se rompe en un aplauso que se extiende.

Por eso María Rosario López no se cansa de romper el silencio. Es la que cada sábado por la tarde, hace llorar las campanas de la iglesia de San José, en la Piedra Bola.

Es ministro de la comunión y está a cargo de la sacristía. Su encrespada melena blanca no está a tono con su fuerza. Recarga el suave peso de su cuerpo en cada esfuerzo, y allá en lo alto, mientras la campana llora, Rosario López explica, con una sonrisa, que ella es la que ha saludado a la marcha cada vez que pasa por ahí, con las campanas.

Y las hace sonar, pero no suenan a duelo, sino a lucha.

Se rompe el silencio, por ejemplo, cuando la marcha toma la explanada y la va llenando. Cuando se apaga el alumbrado de la plaza, y comienzan a encenderse las veladoras, los celulares como luciérnagas azules que iluminan poco a poco el corazón del Centro de Gobierno.

Cuando Catalina Soto toma el micrófono y agradece la presencia de tantos, multitud hermosa y entrañable, le llama.

Cuando dice que los socios, los propietarios, los cómplices de la guardería ABC, van a pagar caro.

Por más fuero que tengan. Por más impunidad de la que hayan gozado. Por más que retuerzan la ley, van a pagar caro por este crimen que estremeció al mundo.

“Es la hora de los pueblos, de la justicia, y no se ha de ver más que la luz”, dice, y la multitud le responde con un grito que identifica el sentimiento auténtico, el porqué de su presencia: “¡No están solos! ¡No están solos!”

 III

 Ya van seis marchas. Seis veces que una maravillosa diversidad hermosillense toma la calle.

Ya van seis y un policía municipal, de tanto andar los mismos pasos, de tanto oír, de tanto ver, termina por sumarse a los que marchando son un chingo y quisieran ser más.

Reporta entre siete y ocho mil manifestantes, tan sólo en la salida.

Esa misma cifra reporta El Imparcial al día siguiente, pero aludiendo al mitin, en la plancha del Centro de Gobierno, una explanada de 3 mil metros cuadrados, atestada de gente.

Cuatro por metro cuadrado. Doce mil, nada más en la plancha, más los que llenaron los dos carriles de la avenida Comonfort.

Cálculo sencillo que El Imparcial no hizo y se desmintió a sí mismo con una gran foto en primera plana, a color, de la plaza llena.

También dos planas en interiores.

Una cobertura excepcional, comparada con la que hizo Expreso, el diario de Julio Luebbert, a quien alguna vez Eduardo Bours aludiera como ‘aprendiz de cacique’.

Aprende pronto, por lo visto.

Para Expreso la marcha no existió. En sus páginas no hay una foto, una sola línea, un comentario de la Sexta Marcha.

Cuando los niños que hoy marchan en carreola, los que caminan, los que se espantan, se asomen a las hemerotecas a ver el periodismo que se hacía en el Sonora del año 2009, se les va a caer la cara de vergüenza.

La democracia de las cavernas sólo puede engendrar un periodismo de las cavernas.

Un día después del dos de octubre de 1968, la noticia más importante de los diarios, como cita una vieja canción de protesta, fue el estado del tiempo.

Un día después de la Sexta Marcha por la Justicia, cuarenta años después, la noticia más importante del Expreso fue el lento conteo de los votos.

El próximo galardón de la SIP para Expreso, será a la “Noticia No Publicada”.

 V

En la explanada, aparecieron todos los niños del incendio en la guardería ABC.

48, para ser exactos.

Pero aparecieron también los que están vivos en los hospitales. En recuperación. En la muy larga, dolorosa, terrible recuperación de las secuelas del incendio.

Algunos de ellos están ahí, en la marcha. Han estado desde la primera.

Son guerreros, como los que cayeron. Y están ahí marchando, sosteniendo cartulinas los que pueden; los que no, echando la siesta bajo el calorón hermosillense, abanicados en la carreola que empuja su madre, su padre.

La luz de la sexta marcha los ilumina y les da nombre y apellido entre la multitud aparentemente anónima, pero que también tiene nombre y apellido.

Los sobrevivientes del incendio rompieron el silencio y de todas partes y de ninguna, salieron.

Alguien gritaba su nombre entre la gente. Abraham lo repetía en el micrófono. Los redobles lo subrayaban y la gente lo reverberaba en un grito que se escucha en todo el mundo: “¡No debe morir!”.

Y así fueron apareciendo todos, los que no murieron, los que deben vivir.

 VI

Un par de días atrás, el gobernador de Sonora declaró ‘urbi et orbi’ que estaba tan satisfecho, que dormía “como un bebito”.

¡Vaya metáfora cuando hay 48 bebitos muertos en la tierra que gobierna!

Vaya mensaje para los que esta noche están aquí, sosteniendo entre sus manos la imagen de sus bebitos, algunos muertos mientras dormían, por la corrupción de los gobiernos.

Vaya sarcasmo para los que buscan un hombro dónde recargar su pena.

Vaya ironía para los que esta noche declinan el uso de la voz, porque el recuerdo los asalta, los lacera, los golpea, los encabrona.

Vaya metáfora, señor gobernador, para decir que se siente tan satisfecho de lo que hizo, tan tranquilo, que duerme como un bebito.

No es lo mismo mandar a chingar a su madre a un profesor en pleno 15 de mayo, que jugar así con el dolor de quien ha perdido un hijo.

Por eso se lee, desde la tribuna, la carta que escribió Ofelia Medina, excepcional actriz mexicana y dirigente a Mujeres sin Miedo, dirigida al gobernador de Sonora, Eduardo Bours.

“El dulce sueño del gobernador es la pesadilla de todo un país, que pide justicia, que exige que usted despierte y se ocupe de sus obligaciones, asuma su responsabilidad, deje de hacer de la vida de nuestra infancia un sucio business, deje de traficar con influencias y no proteja a quienes deben recibir un castigo ejemplar, por el grave delito a la humanidad, que se ha cometido en Sonora, que usted, dormido como un niño, gobierna”, dice la carta.

Y Abraham asegura que el gobernador no duerme como bebé, “ni puede caminar sin guardias por las calles, sin el temor que le griten ¡Asesino!”.

Usted es el culpable y no podrá dormir tranquilo mientras viva, sentencia.

¡Asesino! ¡Asesino!, gritan en la plaza.

¡Que renuncie, que renuncie!, vuelven a gritar.

VII

Cristina García aguanta en posición de firmes, arriba del templete, erguida. Dura.

A su lado está su esposo flaco, correoso, de quijadas apretadas siempre. En sus manos sostienen la imagen de su hijo y eso los sostiene así. Firmes.

Los hermosos ojos de cristina son enormes. Si llorara como la primera vez, la marejada arrasaría a todos. Pero no tiene más llanto porque ha llorado demasiado.

Ahora prefiere leer y hacerse cargo, a título personal, del recuerdo de San Ignacio Río Muerto, donde siete campesinos fueron asesinados y eso le costó el cargo al gobernador de aquél entonces, en 1976, Carlos Armando Biebrich Torres.

Hoy, más de treinta años después, no hay un solo funcionario preso por la muerte de 48 niños.

Ahora, la madre prefiere gritar su exigencia de que renuncien el director del IMSS, David Karam, y el gobernador Eduardo Bours.

Y desde su dolor de madre, también les manda un mensaje a los dueños de la guardería en que murió su hijo: ‘podrán engañar a la justicia, pero su conciencia permanecerá acechada por 48 ángeles’.

VIII

La mamá de Jonatan dice que acaba de abrir el cajón de su ropa. Que aún no ha lavado su pijama para conservar su olor. Y su voz se quiebra y se calla.

Y el silencio se llena con un grito: ¡No están solos! ¡No están solos!

Eso le da fuerzas para hablar a nombre de otros padres. Los que están batallando en el DF para que atiendan a sus hijos, heridos en el incendio de la guardería.

Dice que en el IMSS de Guadalajara, retuvieron al suyo. Que no la dejaron llevarla al Hospital Shrinner’s de Cincinnati, donde hoy se recupera una compañerita de su hijo.

Llora cuando sugiere que su hijo se pudo haber salvado, si el IMSS hubiera permitido que lo llevaran a Cincinnati.

También habla el papá de Fátima, pero apenas le alcanza el aliento para saludar y agradecer.

Dice que su hija no es la 5 ni la 10 ni la 48. Que se llama Fátima… pero su voz simplemente se niega a salir, el dolor le atenaza el cuello.

Su esposa lo toma por los hombros. Lo abraza y lo mira. Y toma el micrófono con una mano, mientras con la otra acaricia su vientre preñado de orgullosos varios meses.

Y desde ahí habla, poco, porque el llanto no la deja. Pide justicia. Abraza a su esposo y así abrazado lo lleva junto a otros padres y madres que también lo abrazan, arriba del templete.

“¡No están solos! ¡No están solos!”, se oye de nuevo.

XI

El acuerdo de la Sexta Marcha, es dirigirse hacia la Casa de Gobierno en la Colonia Pitic. Porque no se les hace justo, dicen, que el gobernador duerma como bebito, mientras 48 bebitos murieron cuando dormían.

julio 13, 2009 Posted by | Crónicas, Reflexiones | , , , , , , , , , , | Deja un comentario

Micrositio

Micrositio interesante:

http://www.exonline.com.mx/exparallevar/especiales/guarderiaABC/

julio 10, 2009 Posted by | Correo electrónico & Internet | , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , | Deja un comentario

El día más importante

El Zancudo.
No mata pero hace roncha.

El Zancudo

El Zancudo

Por Arturo Soto Munguía

“Si ustedes nos dejan solos, ¿con qué voz vamos a pedir justicia?”
Cristina García, madre de Bryan Alexander, una de las 48 cruces del 5 de junio.

La de mañana sábado, es la marcha más importante de las seis a las que han convocado los padres de los niños muertos en el incendio de la guardería ABC, en Hermosillo.
Desde el 5 de junio, la sociedad hermosillense abrazó el duelo de las familias lastimadas, lo hizo suyo y lo reiteró en millones de pasos silenciosos que de tan callados, han vuelto hacia sí los ojos de todo el mundo.
Y en todos los idiomas han hecho suya esa palabra tan sencilla: “Justicia”.
El Movimiento 5 de Junio está construyendo una historia ejemplar, como sólo podría ser ejemplar la hazaña de impedir que la muerte de 48 niños quede impune.
Ha congregado en torno suyo a una impresionante diversidad hermosillense, que salió a las calles a probar lo que está dispuesta a hacer cuando se meten con sus hijos.

II
La gente salió a sentirse mayoría. A sentirse poderosa, como sólo pueden ser una madre, un padre cuando le arrebatan a sus hijos.
La gente no salió a contar los votos ni a calcular el número de plurinominales, sino a exigir justicia.
¿Influyó en el ánimo de los electores? Sí, pero eso es la consecuencia natural de un ejercicio de gobierno inadecuado, para no decir corrupto.
Luego entonces, comenzó a influir desde el momento en que aparecieron los deslindes y las acusaciones entre la clase política, cuando aún no se disipaba el humo del incendio.
Y después de un mes en que no se resolvió nada, en que se escamoteó la información a pesar de todos los ISO 9000 a la transparencia, y en que la disputa electoral se montó en la tragedia, se sucedieron cuatro marchas, cada una más grande, más poderosa.
Hasta que llegó la quinta, la del cuatro de julio, un día antes de las elecciones.
Esa marcha convocó por lo menos a 20 mil asistentes y su silencio estremeció a todo el mundo con su estruendo desde la plaza pública, para gritar: ¡Aquí estamos, no nos cansamos, no nos rendimos!
Y entonces todos voltearon a ver. Y todos comenzaron a verse entre sí y a preguntarse si valdría la pena una tarde diferente, para decirle a los hijos que si el fuego los hubiese tocado, también estarían en la calle y en donde hubiera que estar, para exigir justicia.
Y esa convocatoria hizo que decenas de miles tomaran la ciudad y marcharan, solidarios y atentos, respetuosos e indignados, preguntándose mil cosas.
Escuchando el llanto de la madre, los sollozos de la abuela, el grito desgarrado y desgarrador del padre, estuvieron ahí, solidarios, haciéndose uno con todos.
Eso volvió poderoso este movimiento.

III
Después del rumbo que ha tomado el tristísimo proceso electoral, la sociedad hermosillense que asistió a las marchas anteriores debe saber que si la de mañana se debilita, estaría dándole la razón a quienes sostienen que los motivos de la marcha eran otros.
Creo que no es así, por una razón sencilla:
La campaña electoral jamás levantó suficientes simpatías. Los candidatos tuvieron que montarse en los hombros del grupo, el cantante de moda, para enviarle a la gente a través de las pantallas y en los diarios, el mensaje de que sus simpatizantes eran muchos.
Una campaña tan hueca, tan plana, tan bizarra al mismo tiempo, jamás convocó el interés mayoritario, como lo prueba hoy el índice de abstencionismo, el mayor que se haya registrado en la historia contemporánea del estado.
Más de la mitad de los sonorenses en edad de votar, prefirieron ignorar el proceso de sucesión gubernamental 2009. Muchos lo despreciaron.
De la ‘minoría’ que sí fue a votar, la ‘mayoría’ no lo hubiera hecho si no es porque les fueron a cobrar el piso de cemento, las despensas, las prótesis, los lentes o las láminas negras.
O las galvanizadas, que resultan tan frescas en el techo de sus casitas, ahora que la sensación térmica ha alcanzado los 51 grados centígrados.
O porque los llevaron y trajeron en taxi. O porque de plano les tiraron con una feria, tan poquita, que hasta sobra para comprar todas las promesas envueltas en ese billete.
Así, cualquiera voltea atrás y ve tan cavernaria la realidad electoral, que toma la decisión de no ser parte de ella, ignorando una costosa, tardía y probadamente ineficaz campaña de promoción al voto, (no a la cultura democrática), lanzada a fuego graneado durante los días previos a los comicios.

IV
La multitud que se reunió el pasado 4 de julio en la plaza Emiliana de Zubeldía, la que marchó desde la ciertamente aberrante guardería ABC; la que vio sumarse a miles en el camino, no lo hizo atendiendo un llamado de los dirigentes partidistas o de sus candidatos.
Que no se la jalen tanto.
Sus campañas no convocaron el interés ciudadano. No encontraron la forma de hacerlo porque su oferta política más evidente es la reyerta a chingadazos.
Y esa no es prioridad en la agenda ciudadana de estos días, en Hermosillo.
Aquí, ahora, la gente que está en la calle por su propio pie y con sus mismas exigencias, está pidiendo otra cosa.
Las demandas son muy concretas, justas y legítimas.
Están contenidas en el Manifiesto a la Nación que presentaron los padres de familia durante la quinta marcha el pasado 4 de julio.
1.- Justicia ejemplar, completa e imparcial a través de procesos transparentes a todos los culpables del asesinato y de las lesiones a nuestros niños y niñas.
2.- Reparación del daño moral a través del pago de indemnizaciones de acuerdo a la enorme magnitud de la pérdida, sin condicionamiento alguno ni cesión de los derechos.
3.- Atención médica especializada de la más alta calidad y de por vida para todos los niños y niñas convalecientes y a sus familiares, a cargo del Estado y sus instituciones.
4.- Cancelación inmediata de todos los contratos de subrogación de todas las guarderías del IMSS en manos de particulares.
5.- Sustitución total del modelo neoliberal de salud y seguridad social, que es la causa primigenia de esta desgracia, por uno nuevo que ponga por delante las necesidades del pueblo.
6.- Demolición de las aberrantes instalaciones del sitio de la tragedia, la construcción de un hospital y la elevación de un monumento en memoria de los niños y niñas asesinados y heridos.

V
Demandas contundentes, como una vida cotidiana destrozada. Simples, como la certeza de que en eso de la corrupción y la impunidad, el gobierno es una mona vestida de seda y luego entonces, mona se queda.
El motivo de la marcha de este sábado no es el recuento de los votos.
Los motivos de la marcha son otros y lo siguen siendo.
Por eso hay que asistir este sábado, para demostrar que el gozo de saberse mayoría no tiene que ver con el reparto de plurinominales, sino con la exigencia de justicia para esas familias hermosillenses, que pudieron ser cualquier familia.
Para que no nos confundan.

julio 10, 2009 Posted by | Crónicas | , , , , , , , , , | Deja un comentario

Crece. La rabia crece

EL Zancudo
(No mata, pero hace roncha)
Arturo Soto Munguía

I
La ira crece. La impotencia se desborda en la plaza Emiliana de Zubeldía, como se desborda el llanto de los que en silencio van andando, marchando, sollozando, rezando.
En Hermosillo, los únicos que siguen riendo son los candidatos a lo que sea, del partido que sea. Ríen desde los postes, desde los espectaculares, en las pantallas electrónicas, en los desplegados de prensa.

Son los únicos que ríen, porque la ciudad está llorando.
El sábado anterior preguntamos de qué se ríen. Hoy lo sabemos. Festejan el Top Ten del insulto: ignorante, arrogante, pandilla de atracadores…
Los motivos de su risa no tienen nada qué ver con los motivos de la marcha del Movimiento 5 de junio.
Su risa es ajena al dolor de los que marchan y por eso, cuando se pregunten -como alguna vez se preguntó el genocida George Bush- ¿Por qué nos odian?, pueden acudir por la respuesta a la Plaza Emiliana de Zubeldía, donde la memoria social hermosillense se está escribiendo. Ahora mismo.

II

Tamm… …Tammm… …Tamm… El Güero del Acordeón, como lo conocimos en los tiempos de la crónica urbana aderezada con percusiones, golpea el tambor.
El Colas marca el ritmo con las batacas, lento, espaciado. Fúnebres suenan los redobles. Sonoros en medio del silencio. Tristes como los ojos de los que marchan y suman miles.
El Colas quisiera hacer bailar a la gente, porque eso le sale muy bien. Pero hoy la hace llorar desde el repiqueteo con que marca el ritmo fúnebre de los tambores que marchan. Avanzan. Caminan. Suenan y se meten en los oídos como algo que no se quiere oír.
Al frente va Ximena y su sonrisa inolvidable, imperecedera. Sus ojos luminosos abren el camino y están ahí para que no se olviden, como van en la espalda de su padre, indelebles en el tatuaje aún hinchado y casi sangrante.
Va también Xiuan, montado en una tortuga feliz, como era.
Va Yeyé: “Por ti hasta la vida, te lo juro”, sentencia la madre en la pancarta que dice su nombre.
Va Andrés en el llanto contenido de su madre y de su padre, que se abrazan en la primera fila de la marcha.
Va Julián, superhéroe, ‘flaquito precioso TQM’.
Va Juan Israel, que quiere estar con sus papitos.
Van todos. Casi todos los que murieron en el incendio de la guardería ABC.
Van en imágenes. Viajan en globos rosas y azules con sus nombres que flotan sobre la camioneta que también marcha.
48 nombres que jamás debieron ser escritos con el pulso tembloroso de quien los extraña tanto.
Ni con la voz de la abuela que se quiebra con sólo articular un monosílabo. La que acompaña a los pequeños que llegaron desde Phoenix para pasar lista de presente en esa generación que aprende sus primeros pasos y sus primeras letras marchando por la justicia.
En Sonora, la corrupción mata a los niños. En Sonora, la corrupción y la impunidad matan a los niños, y por los niños que pueden ser los nuestros, por eso es que marchamos.
Marchan también las figuras colosales de los muchachos y muchachas que desde lo alto atisban con la mirada dura. Ni por asomo una sonrisa. Las quijadas van trabadas. Los ojos de acero. El corazón estrujado desde lo alto de sus zancos, desde sus alas angelicales y los rostros maquillados y callados y su boca amordazada.
‘Justicia. Asesinos a la cárcel’, dice una pancarta.
También marcha Santiaguito, que está en el cielo y está en la tierra.
En la tierra marcha al frente y en las calles de Hermosillo dice “No te olvidaremos”.
En el cielo, está mirando hacia abajo, viendo a su padre que sí lo conoce bien y por eso dice que en estos momentos Santiaguito se está asomando entre las nubes y diciéndole a sus amiguitos: “Aquel que está allá abajo es mi papá… ¡Y no se va a dejar de ningún pendejo!”.

III

Puntuales, salen a las seis y poco. Es sábado y el cielo está encapotado. Triste. Por eso en la calle, los hombres se quitan el sombrero y bajan la mirada. Por eso las mujeres abrazan a sus novios y esposos. Por eso las madres estrujan a sus pequeños contra su pecho con la compulsión de la madre que no quiere que le quiten a su retoño.
Por eso hay mucha gente en las banquetas del bulevar Luis Encinas, saludando la marcha, resistiendo el llanto, aguantando las ganas de gritar y mentar madres y decir ‘estamos con ustedes porque mañana podemos ser nosotros’.
La marcha va, como diría Víctor Jara, con el alma llena de banderas.
También de lonas, mantas y pancartas que desde un silencio que aturde dicen: “Yo soy culpable por confiar mi hijo a corruptos”. “IMSS: No protejas impunes”. “No olvidemos”. “Cómo vivir sin ti, preciosa”. “Nada ni nadie por encima de la ley”, dicen, como doloroso sarcasmo; como un llanto que se ríe.
Como una mentada de madre que se agolpa en el pecho y amenaza con romper el aire.
Tummmm… …Tummmm… Tummmm….  … Suenan los tambores, fúnebremente acompasados.
Truena el cielo cuando llegan a la calle Matamoros para entrar al centro de la ciudad. Son miles y miles que en silencio marchan.
Pero el silencio pesa. Inflama. Se agiganta y parece que algo va a estallar en cualquier momento.
Mucha gente deja la banqueta y se suma a la marcha. No están solos, dicen, y se suman.
Y avanzan. En silencio avanzan. Con el corazón encogido, con los ojos de agua, con la boca seca, con el grito que se les hace un nudo en la garganta, avanzan.
Con su silencio dicen: ‘Justicia’.
Dicen ‘Amor’. Dicen, con su silencio de miles: ‘No están solos’.

IV

6:30. Sábado.
Tarde gris del Hermosillo lastimado.
Matamoros y Colosio, esquina donde esperan cientos de personas que al incorporarse a la marcha son una sola, recuperando para las calles el carácter de espacio púbico. El único donde se escribe la historia.
Algo tiene esta marcha que la vuelve poderosa. No son los diez, once, doce o no sé cuántos miles que caminan. No es eso.
Quizás sea la implacable, la devastadora ternura de Joselin Valentina, que está sentada en los peldaños de una escalera, con el cabello recogido en dos colitas que nacen como diminutas palmeras tropicales.
Quizá sea la mirada feliz e inocente que doblega al más macho o la sonrisa que jamás se volverá a ver, a menos que sea la que sus familiares sostienen en una lona donde también se lee: Nació 08-05-07 – Murió 05-06-09.
Con esa imagen, se incorporan, también, y con el rostro divertido y tierno de Joselin vuelven más poderosa la marcha, que en silencio avanza y en silencio suma y en silencio le mienta la madre a los asesinos.
Porque, ¿se han fijado? Los padres, cuando aluden a sus hijos no dicen ‘se murió’. Dicen: “me lo mataron”.
Otros que marchan son los periodistas. Van ahí también, en silencio con sus cámaras, micrófonos, libretas, teléfonos, con todo lo que les permita documentar y ser parte de esta jornada que hace historia en Hermosillo.
Es el despertar de una sociedad civil que llenó la plaza y tomó la calle por su cuenta. Los periodistas van, también, estremecidos en el redoble fúnebre de los tambores y el silencio angustiante de los miles que caminan con los ojos llenos de agua y las mandíbulas apretadas.
Por cuarta vez, Radio Bemba transmite en vivo, urbi et orbi. Desde la calle para todo el mundo reproduce el ruido de los pasos, la voz del silencio que en ocasiones, como es el caso, nos dice a todos: ‘No están solos’.
La calle Serdán es un río ruidoso y por lo tanto, algo lleva.
Ahí, otro muerto memorable se aparece. Mario Benedetti dice, desde una manta: “Hay odios que ennoblecen”. Y con ello les responde a los que desde la impunidad refrigerada de su oficina, se les hace fácil decretar que el dolor no se convierta en odio.
Hay odios que ennoblecen, canta, recita, musita, llora Benedetti desde el horror de la dictadura que le tocó vivir para que otros no lo viviéramos.
Y ennoblecidos, los padres y familiares de los niños muertos y de los que viviendo mueren en los hospitales para quemados, van, avanzan, con el alma adolorida y valiente para decir como dijo Roberto Zavala, “no nos vamos a dejar de ningún pendejo”.

V

Son Horas de Junio y la poesía aparece en yaqui y en todos los idiomas y dialectos. Hay un encuentro de escritores en Hermosillo y algunos dejaron el auditorio para sumarse al silencio que ensordece.
Caminan también, abajo y arriba de la tierra, dejando que sus musas caigan de rodillas al paso de tanta gente tan silenciosa y tan poderosa.
Hay 48 flechas aztecas clavadas en el corazón de los poderosos.
Al tomar el bulevar Encinas, para ir a Palacio de Gobierno, Laura Fernanda no aguantó. Se durmió con sus tan poquitos dos años de vida. Su papá tiene una cola en el cabello y la abanica en la carreola, mientras camina, con otros miles detrás de ellos, que como ellos, no saben que hay miles delante de ellos.

VI

La marcha avanza silenciosa y poderosa. Va acumulando el sentimiento. Los sentimientos que se mezclan sobre la calle, al lado del frío edificio de gobierno sin gobernante, porque dicen, cada vez que hay una marcha por los niños muertos, se va a Obregón, su ciudad natal.
“Ya son 48, ¿vas a esperar por más, hijo de la chingada?”, dice una pancarta, cuando pasa por las puertas de Palacio.
En Palacio hay dolientes de otros niños muertos. Víctor Abdiel es uno de ellos, víctima de la negligencia médica en el Hospital Chávez. “Es necesario hacer un alto. El gobierno no hace caso a las marchas silenciosas”, gritan sus padres.
La marcha se detiene. El silencio se rompe. “¡Justicia! ¡Justicia!, comienzan a corear todos. ¡Que renuncie! ¡Que renuncie!, vuelve a sonar la proclama en la sede del gobierno del estado de Sonora.
“Aquí está uno más del sexenio de Bours”, grita otro padre, que exhibe las crudas fotografías de su hijo descuartizado en un hospital.
“Son chingaderas”, grita. Y se queja de que algunos conductores de Telemax, la televisora gubernamental, los ha llamado ‘buitres’ por denunciar las negligencias médicas que les arrebataron a sus hijos.
Hay un momento de confusión. Un instante en que el silencio se rompe en Palacio de Gobierno y miles de voces se estremecen en un grito: “¡Que renuncie-que renuncie!”.

VII

A las 7:26, la marcha toma de nuevo el Luis Encinas rumbo a la Plaza Emiliana de Zubeldía.
Ahí va don Miguel Acedo, con un lazo negro en el brazo, sobre el bíceps flaco bajo su camisa blanca y sus 74 años. Es de los organizadores de la marcha y ha mantenido el paso como el mejor.
-Tiene buena condición, le digo.
-Qué madre, ya me he aventado cuatro, me responde. Y las que faltan, agrega con una sonrisa.
El río de gente se desborda rumbo a la plaza. Los carriles en un solo sentido son insuficientes, así que se abren y la gente toma toda la calle. Y avanza.
Nunca, antes, los hermosillenses tomaron los ocho carriles que unos toman como parámetros de progreso, y otros toman como el espacio público para decir que el progreso no debe ser a costa de la vida de sus hijos.

VIII

Laura Fernanda ya despertó. Se bajó de la carreola y camina de la mano de su padre.
Si a las seis de la tarde la Emiliana de Zubeldía era pequeña, a las ocho de la noche estaba reventando de gente. Ahí se rompe el silencio.
Cristina García es su nombre, pero es igual al nombre de muchos más que ahora lloran a sus hijos.
Ella es madre de una bebé que no murió en el incendio, pero la niña carga con las complicaciones de quien estuvo a punto de morir entre los gases tóxicos del material prohibido que se quemó en la guardería.
Estamos escribiendo la historia, para que si se repite, no sea porque nosotros nos hicimos a un lado, le digo a la muchacha que se acerca a preguntarme que si qué hago.
Le digo que no me mire a mí. Que mire allá, donde una madre carga con el peso de explicarle a su niña cada día, que debe separarse de ella, porque tiene que irse a trabajar.

IX

La plaza está oscura. Huele a cera quemada. Huele a lo que no quiero oler pero estoy ahí, junto a miles que aquí están, para decir algo. Para romper el silencio.
Las palabras de la madre calan hondo, porque le habla a miles de personas como si le hablara a su pequeña, sobreviviente del incendio, pero que difícilmente sobrevivirá el olvido:
“Perdón, mi amor, porque yo te prometí que nadie te lastimaría y te fallé. Perdóname mi amor”.
“Si ustedes nos dejan solos, ¿con qué voz vamos a pedir justicia?”, pregunta desde el templete Cristina García, la madre de la niña que aún se ahoga, quién sabe si recordando el humo.
Y la plaza tiembla con un grito: “¡No están solos! ¡No están solos!”.
La plaza está oscura, porque el alumbrado público se cortó esa noche, pero no hace falta. Más oscuros están los corazones de otros.
¿De cuáles otros?, surge la pregunta. Y una pancarta responde: “Niños ABC, en el corazón de unos, en la conciencia de otros”.

X

“Ustedes conocían a Ximena”, dice Raúl Álvarez, su padre, “porque durante todo este tiempo estuvimos pidiendo un milagro. Ella duró dos semanas con muerte cerebral y luchó contra la muerte. Ella nos enseñó sobre la lucha”.
Ximena fue la muerte 48 del incendio en la guardería ABC. Para la estadística oficial ella es una muerta más. Para su padre es el amor que llevará tatuado en la espalda, toda la vida.
Roberto Zavala está tranquilo. Su voz serena. Habla de Santiaguito, su hijo. De sus encantos y sus travesuras y la luminosidad que inundaba su casa cuando manejaba en reversa el Tonka corriendo de un lado a otro.
Porque le gustaba correr, al Santiaguito, de un lado a otro de la casa.
Se los presento, dice: a los policías que impidieron el rescate de más niños. A los bomberos que llegaron tarde. A los que firmaron permisos para que operara la guardería. A los dueños de la guardería, que recibían dos mil quinientos pesos al mes. Se los presento al gobernador y a la PGR; al juez que liberó a los detenidos con una fianza pagada con el fondo creado por el gobierno estatal para las víctimas.
Se los presento. Y ya que lo conocen les pregunto: ¿Ustedes creen que somos unos pendejos? Si esto queda impune, entonces sí seremos unos pendejos, gritó, en medio de la plaza.
Y aprovechando que Benedetti andaba  por ahí, casi lo cita cuando dijo que entre el gobernador y él hay algo personal. Le recordó a Bours que en una entrevista al diario Milenio, el gobernador declaró que algunas personas se le habían acercado para manipularlo.
No señor. Las únicas personas que se han acercado para eso, son las que usted mandó. Las que le dijeron que en el cielo, Santiago estaba triste porque yo estaba enojado.
Pero ustedes no conocen a Santiago. Yo sí. Y yo sé que en el cielo, Santiago está viendo para abajo y diciéndole a sus amigos: “Aquel pinche loco que está allá es mi papá. Y no se va a dejar de ningún pendejo”.
Los testimonios siguen. El silencio de la marcha se acabó. La voz de los padres inunda la plaza con un reclamo de justicia y muchas ganas de documentar la historia de una tragedia que se pudo evitar, pero la mezquindad y la ambición de los gobiernos no quisieron, porque pudo más la ambición de los gobernantes.
Alí Primera resucita desde algún lugar bajo la tierra venezolana, y canta, como siempre ha cantado, como seguirá cantando mientras sigan muriendo niños inocentes, víctimas de la mezquindad, la ambición y el blindaje que dan las cuentas bancarias millonarias.
Alí Primera canta, pre moderno y arcaico. Desfasado. No cabe en el Hermosillo, en el Sonora de progreso, desarrollo, modernidad y marketing.
Pero canta en el corazón de una sociedad herida que no sabe mucho de eso. Que no discute ideologías ni partidos.
Canta en el corazón de los padres a los que les han matado a sus hijos y eso, no conoce linderos.
En la plaza, en la voz de un poeta colombiano que vino a las horas de junio en Hermosillo, Alí Primera canta: ‘no basta rezar/hacen falta muchas cosas para conseguir la paz…’.
Canta Pancho Jaime, también, pero dice que no se puede cantar con un nudo en la garganta.
Cae la noche en la plaza. Jornada intensa y dolorosa. Convocatoria a volver a estar, como estaremos, el próximo sábado, sin falta.
Por los niños que murieron. Por los que no han muerto. Por los que merecen vivir, ahí estaremos.

julio 3, 2009 Posted by | Crónicas, Reflexiones | , , , , , , , , , | Deja un comentario

Posición de la UNICEF frente a la tragedia de ABC

Tomado del Facebook del maestro Natchio

Jesús Antonio (+)

Jesús Antonio (+)

Desde el día que ocurrió el fatal hecho, UNICEF ha estado al tanto de los acontecimientos y comparte el dolor y la impotencia de los padres de familia y ciudadanos en general.

Para UNICEF es de crucial importancia que la investigación iniciada por las autoridades para esclarecer las posibles causas del incendio y deslindar responsabilidades correspondientes llegue a sus últimas consecuencias, tal como lo han expresado los diferentes niveles de gobierno.

Desde nuestra posición como organismo internacional cuya causa es la defensa y promoción de los derechos de todos los niños, niñas y adolescentes en el mundo, no tenemos atribuciones para realizar investigaciones del orden judicial, pero hemos externado, y lo seguiremos haciendo, en diversos escenarios la necesidad de que se aclaren todas las causas que provocaron la tragedia para que ésta no se repita.

Es por este motivo que UNICEF considera necesario, y así lo ha expresado públicamente, que se dé a la comunidad la certeza de que las guarderías y todos los establecimientos escolares del país cuenten con las medidas de prevención, seguridad y supervisión adecuadas para que los niños y niñas no se encuentren expuestos a ningún tipo de riesgo.

Hemos escuchado que los diferentes niveles de gobierno han anunciado acciones para evaluar las condiciones de las instalaciones que albergan niños; ante estos pronunciamientos, nuestra petición es que dichas acciones sean reales, permanentes y exhaustivas para que de ahí se derive un plan de acción integral que permita tener la certeza de que los niños no se encuentren expuestos a ningún tipo de riesgo en las instituciones a las que los padres de familia confían su cuidado. Este plan de acción debe incluir, entre otros aspectos, inversión en la rehabilitación física de los espacios, capacitación de las personas responsables de los mismos, clarificación de las responsabilidades de todas las partes involucradas.

Para UNICEF es absolutamente necesario, y también lo externamos públicamente, que las familias, los niños y la comunidad tengan la certeza de que contarán con el apoyo permanente y total de las autoridades para enfrentar tragedias como la ocurrida en Hermosillo.

UNICEF-México
Paseo de la Reforma 645
Col. Lomas de Chapultepec
11000 México, D.F.
Telephone: 5284-9530
Facsimile: 5284-9538
E-mail: mexico@unicef.org
Web: http://www.unicef.org/mexico
__________________________

For every child
Health, Education, Equality, Protection
ADVANCE HUMANITY

julio 3, 2009 Posted by | Correo electrónico & Internet | , , , , | Deja un comentario

El factor guardería

Por Joaquín López-Doriga

Crece la indignación

Crece la indignación

En las elecciones generales de España, en marzo de 2004, el Partido Popular, con José María Aznar de jefe de gobierno y Mariano Rajoy como su candidato, le llevaba una ventaja irremontable al opositor José Luis Rodríguez Zapatero, del PSOE.

Aznar había gobernado ocho años, llevando a los españoles a un nuevo estadio de bienestar, en lo que se había montado la campaña de Rajoy, eje desde el cual había avasallado a Zapatero.

A una semana de las elecciones, el domingo 14 de marzo no había quien diera ganador a Zapatero, todo era para Rajoy, hasta que la mañana del jueves 11 se registró el más grave atentado terrorista en la historia de España, al estallar una serie de trenes de cercanías, siendo el referente la explosión en la estación Atocha, con un saldo de 191 muertos, mil 900 heridos y una España aturdida por el impacto y magnitud del ataque.

Desde el primer momento, el gobierno de Aznar y él mismo acusaron del golpe a la ETA, a pesar de las evidencias en contra, el modus operandi, y los explosivos utilizados, como le hicieron saber sus propios servicios de inteligencia.

Todo fue inútil. Aznar se montó en su macho, confiando que, en el marco del temor, se fortalecería el voto del miedo y beneficiaría a su partido, según su muy personal cálculo.
A la distancia, pensé que los españoles votarían mayoritariamente por Rajoy, porque no les daría tiempo de descifrar la estrategia oficial.

Lo que siguió en los dos días siguientes habrán de estudiarlo algún día: la sociedad, española, apesadumbrada por el golpe terrorista e indignada por la manipulación informativa del gobierno, lanzó una alucinante campaña de recados por el celular, invirtiendo en 48 horas las preferencias y dando la presidencia, con su voto en las urnas, a Zapatero.

Esto lo traigo a colación por el caso Sonora.

No veo cómo le puedan ganar una elección a un gobernador priista con su aparato oficial, el respaldo de su partido, el de Elba Ester Gordillo, con su SNTE y su Panal, y con el membrete del Verde.

Sólo la indignación organizada de la sociedad ante la tragedia de la guardería podría lograrlo.

Pero no sé si les dé tiempo.

Y tampoco si quieran.

julio 3, 2009 Posted by | Columnas | , , , , , , , , , , , | Deja un comentario

Muestras de solidaridad internacional

Solidaridad Internacional

Solidaridad Internacional

Solidaridad Internacional

Solidaridad Internacional Solidaridad Internacional

Solidaridad Internacional Solidaridad Internacional

Muestas de solidaridad internacional compartidas por G. Castañeda en movimientocincodejunio.blogspot.com

julio 3, 2009 Posted by | Correo electrónico & Internet | , , , , , , | Deja un comentario

Un cuento, un deslinde y una convocatoria

El Zancudo

(No mata, pero hace roncha)

 Arturo Soto Munguía

Cuenta la leyenda que en un pueblito escondido, allá en lo alto de la sierra -que dirían Los Invasores-, había un comisario cuya vida transcurría en un bucólico coser y cantar, pues nada trastocaba la tranquilidad del paisaje.

Hasta que un día, llegaron unos hombres buscando al susodicho representante de la ley. Una ley, habría que decirlo, por encima de la cual no había nada ni nadie, excepción hecha de los amigos, cómplices, compadres y socios.

El señor autoridad, dicho sea de paso, nunca tuvo fama de valiente y diríase sin faltar a la verdad, que aunque era un sonorense bien nacido (cualquier cosa que eso signifique), y le gustaban los coricos y las coyotas, su perfil se acercaba más al del tipo que por acá coloquialmente se le conoce como culón.

Habrán de perdonar el término, pero los sonorenses hablamos así, golpeado y de frente (excepción hecha de aquellas ocasiones en que no tenemos ni fuero ni dinero para pagar un desplegado de apoyo).

Pues ahí tienen que aquellos hombres tocaron a la puerta de la comisaría, para informarle que a cerca de ahí se había perpetrado un asesinato, y requerían de su presencia para iniciar las investigaciones y deslindar responsabilidades, así como para dar con el paradero del o los asesinos, llevando el caso hasta las últimas consecuencias y caiga quien caiga, faltaba más.

El comisario, aunque más sonorense que Héctor Aguilar Camín, no brillaba precisamente por su valor y arrojo, así que trató de excusarse:

-“La verdad sí me gustaría mucho ir, pero fíjense que mi caballo enfermó, y no tengo en qué hacer el viaje…”, se excusó, titubeante.

-“No se preocupe, comisario, sabíamos que su caballo andaba malito, así que le trajimos este, pa’que vaya pa’llá”, le respondieron los hombres, que como todo sonorense bien nacido, eran valientes, echados pa’delante y de hablar golpeado, excepción hecha de aquellas ocasiones en que había un muertito de por medio.

-“Ah, muchas gracias… pero fíjense que no han liberado los recursos de la partida 34 del Programa de Subsidio a la Seguridad en los Municipios, y no tengo pistola… Así no sirve de nada que vaya hasta allá”, intentó de nuevo el señor autoridad.

-“No se preocupe, comisario, vaya, yo le presto la mía”, le dijo uno de los hombres, que como todo sonorense franco, solidario y que le gustan las semitas y el café de talega, no vaciló en proporcionarle su arma con tal de que se cumpliera la ley caiga quien caiga y sin inventar culpables.

Pero el representante de la ley, que ya tenía conocimiento de que por aquellos parajes merodeaba una gavilla de facinerosos muy mal encachados y culeros, seguramente guachos, porque no les gustaba el béisbol ni las botas picudas, preguntó:

-¿Y cómo dicen que mataron a ese hombre?

-“Con un hacha… le partieron la cabeza con un hacha”.

-¡Ahhhhh, pues ahí está!, contestó el comisario en un largo suspiro de alivio. ¡Eso no es competencia mía!…

-“Pero si usted es el comisario”, alcanzaron a refunfuñar los informantes.

-Pues sí -dijo la autoridad-, pero a ver, ¿con qué dicen que lo mataron?

-“Con un hacha”.

-¿Ya ven?, ¡Ahí está la chingadera! Eso no está en el ámbito de mi competencia, ¡eso le corresponde a la Forestal!, dijo, y se metió en chinga a su oficina.

Hasta ahí el cuento; ahora sigue el deslinde.

Chistoretes aparte, el federalismo mexicano sólo ha servido para que cada nivel de gobierno asuma a medias, o de plano evada las responsabilidades que le corresponden.

El abordaje que se le dio a la tragedia en la guardería ABC, de Hermosillo es un ejemplo típico, con el agregado de que el discurso oficial estatal está infestado de una xenofobia bananera que el gorila Micheletti ya quisiera para partirle su madre a todos los países de la OEA juntos, un domingo en Honduras.

Si los globalifílicos de rancho suponen que la aldea global se acaba en el casco viejo de su hacienda, y que de Villa de Seris (o Estación Don) hacia el sur todos son ‘guachos come-ranas’, pues es muy su modo de interpretar la realidad.

Lamentable, sin embargo, viniendo de quienes tienen la responsabilidad de gobernar en estos tiempos de integración, tolerancia, diversidad, inclusión y no sé cuantas cosas tan difundidas como ‘valores’.

Pero convertir ese regionalismo ramplón en el eje que cruza todo el ejercicio de gobierno, puede resultar muy peligroso.

El gobernador Eduardo Bours y su grupo compacto se han pintado la cara de guerra en una ridícula cruzada contra los ‘guachos’, para fundamentar la defensa de las fronteras, y salvaguardar el imaginario Castillo de la Pureza habitado por puros sonorenses ‘bien nacidos, honestos, valientes, trabajadores, echados pa’delante’ y demás sandeces.

Si así piensan, muy su modo y muy su tono.

Pero utilizar los medios de Estado, particularmente la radio y la televisión para adoctrinar a la población con su xenofobia bizarra, puede inocular el virus de una nueva tragedia.

Una cosa es que alguien siga creyendo en la superioridad de raza y otra, muy otra, es que ese alguien tenga a la mano el dinero público y el poder de los medios de comunicación, para arengar a la gente del modo en que se está haciendo.

No quisiera estar aquí el día en que un niño, ‘sonorense bien nacido él’, le machaque la cabeza a un compañerito de escuela -como ya sucedió alguna vez-, tan sólo porque tiene un tono diferente al hablar.

Yo paso.

Sobre todo porque entre quienes han hecho suya la xenofobia boursista, varios hay que deberían limpiarse bien la boca cuando hablan de ‘valores’.

Hasta aquí el deslinde. Sigue la convocatoria.

Mañana, la sociedad civil hermosillense realizará la quinta marcha por la justicia. En Hermosillo, el punto de partida serán las instalaciones de la guardería ABC, en la colonia Y Griega, hasta la plaza Emiliana de Zubeldía, en la Universidad de Sonora.

En algunos municipios del estado también habrá movilizaciones, así como en el Distrito Federal.

Para que la impunidad no campee; para que la justicia no se haga sólo en los bueyes de mi compadre; para que no se vuelvan a repetir tragedias como la muerte de todos esos niños de la guardería ABC, hay que estar ahí, puntuales.

julio 3, 2009 Posted by | Crónicas, Reflexiones | , , , , , , , | Deja un comentario

La lección de una tragedia

Por Tomás Herrera Seco

Qué complejo hacer reflexiones cuando las circunstancias las exigen de urgencia. Para mí es una rabia, porque me gusta reflexionar a diario sin verme bajo la presión de la emergencia, aún cuando a ese empeño cotidiano de análisis y motivación se le haga caso omiso, y a más de uno le provoque burlas, por dedicar mi tiempo al laboratorio de la realidad. ¡Lástima! porque, a la larga, el que peca de idiota no es el que reflexiona y propone, sino el egoísta que se encierra en la torpeza de no querer ver más allá de sus narices.

Los sonorenses somos un poco comodinos, algo cobardes o flojos a la hora de entrarle a los retos. Parece que aún vivimos de las rentas que nos legó el carácter de nuestros héroes

Llorando el recuerdo

Llorando el recuerdo

revolucionarios de principios del siglo XX, o la famosa huelga de Cananea, que marcó la reivindicación laboral mexica na. Nos encanta colgarnos de la gesta sublime de Jesús García, Héroe de Nacozari, como si hubiese sido una acción colectiva y no la heroicidad de un solo hombre; o presumimos del levantamiento estudiantil, político del 67, que fue un detonante nacional… sin darnos cuenta de que las rentas heredadas se acaban, y que con el paso del tiempo tenemos que gestar nuestro propio espíritu revolucionario y seguir, como sonorenses renovando, nuestras acciones y carácter solidario y comprometido con la historia presente y futura del siglo XXI.

Muchas y muy diferentes son las realidades contemporáneas que nos están solicitando el ser una ciudadanía comprometida, culta y participativa y, en la medida que desarrollemos esta cualidad de siglo XXI, nuestro estado podrá parecerse a esos pueblos que no miran nunca hacia atrás. Públicamente he comentado que la huelga universitaria de 60 días pudo haber durado 15 si los alumnos y los padres de familia hubiesen querido. O que una tragedia lamentable y grave como la de la guardería ABC se hubiese prevenido si los padres de familia, entre otros, hubiesen sido más agresivos en detectar y denunciar anomalías técnicas de inseguridad en el espacio de sus hijos… Y así podríamos ir enumerando un sin fin de complejas realidades de nuestra vida cotidiana, que están ahí, calladas, porque, como sonorenses, no tenemos tiempo para desarrollar un carácter de compromiso social que ayude y beneficie a todos.

Por otra parte, siempre me he preguntado para qué sirven los valores y la fe que tenemos los mexicanos, los sonorenses, cuando la fe por sí misma es calidad, cualidad, perfección y virtud, compromiso y generosidad, atrevimiento y denuncia. ¿Para qué quieren la fe los sobornadores y para qué quieren la fe los ciudadanos si no nos ayuda como vehículo de cualidad de vida, propiciadora de sagacidad e inteligencia, si no es reflejo del amor de Dios en nuestro proceder humano? La fe por sí misma empuja, no agacha; sublima, no esclaviza. La fe que profesamos como sociedad nos tiene que llevar a ser una sociedad más comprometida, más responsable, capaz de darle una alternativa a la cultura de la corrupción, de la ilegalidad y la impunidad. Lo que ha sucedido, los errores técnicos causantes de la tragedia se seguirán dando en diferentes espacios sociales mientras no haya sintonía entre valores y compromisos. La llave del cambio está en querer ser diferentes y serlo. ¿Por qué no lo intentamos?

junio 19, 2009 Posted by | Columnas | , , , | Deja un comentario